Still Wakes the Deep: el renacimiento del horror cósmico de Lovecraft
En ocasiones, en medio del catálogo interminable de juegos, llenos de menús, opciones y mundos abiertos, siento la necesidad de algo diferente, algo más sencillo y adictivo. Como ya comenté en este artículo, me agota el panorama actual del mundo del entretenimiento electrónico. Esto es una opinión muy personal y sé que muchos no estaréis de acuerdo conmigo, es lógico. Pero de vez en cuando me encuentro con alguna joya, y ésta ha sido una de ellas.
Still Wakes the Deep es un juego de terror estilo walking simulator, que se desarrolla en una plataforma petrolífera en algún lugar del mar del Norte. Nos metemos en la piel de uno de los empleados de la compañía, encargado de la electricidad. Lo que comienza como un mal día, empeorará aún más, convirtiéndose en una auténtica pesadilla, de la que tendremos que escapar para poder sobrevivir a los inexplicables sucesos que comienzan a ocurrir en ese emplazamiento.
El juego está desarrollado por el estudio británico The Chinese Room, fundado en 2007 como un proyecto universitario, dedicando sus inicios a crear mods de videojuegos tan conocidos como "Half-Life 2". Más adelante, ganó reconocimiento con su primer lanzamiento oficial: "Dear Esther" (2012), destacando otros títulos posteriores entre los que se encuentran: "Amnesia: A Machine for Pigs" (2013) o "Everybody's Gone to the Rapture" (2015). Su principal cualidad es el enfoque innovador de la narrativa y la creación de experiencias inmersivas. Ahora nos traen su nuevo trabajo, Still Wakes the Deep.
Parece que habíamos olvidado la belleza de lo simple. Este juego nos lo recuerda, evitando los tediosos menús cargados de opciones, inventarios de objetos y las interminables cinemáticas. Cuando quieres darte cuenta, ya estás metido hasta el fondo en la trama. Nos remontamos a la víspera de Navidad del año 1975; decoración festiva, abetos y luces de colores engalanan las habitaciones. La primera impresión es una extraña sensación placentera de encontrarnos en una de las habitaciones dentro del complejo petrolífero, con la lluvia golpeando la ventana y la densa niebla inundando el ambiente. Mientras exploramos los pasillos y salas principales, observamos un entorno tranquilo, con los compañeros desayunando y hablando de una posible huelga. El ruido de las olas golpeando contra la estructura nos invita a sumergirnos más aún en el clima gélido, que te hace empatizar con un trabajador en esas condiciones.
No se hará esperar el comienzo de la acción, cuando vamos al despacho del jefe, el cual desea con todas sus fuerzas despedirte, cosa que ocurre, pero no sin antes recibir una llamada en la que es avisado de que la perforadora ha sufrido una avería al tocar con algo que no han identificado. Quizá sea la explicación de lo que empieza a ocurrir minutos después. Abiertas las puertas del infierno de algo espeluznante e indescriptible, comenzará nuestra odisea, recorriendo los recovecos del lugar para sobrevivir a una amenaza que no es de este mundo.
No puedo evitar encontrar ciertas similitudes en algunos aspectos con otros títulos de prestigio como: Alan Wake, Silent Hill, Tomb Raider o Doom 3. Pero también encontramos evidentes rasgos del horror cósmico del escritor norteamericano H. P. Lovecraft, con referencias a: "El color del espacio exterior" (1927) o "El horror de Dunwich" (1928). Aunque también bebe de series como "The Twilight Zone" y, por supuesto, de "La Cosa" (1982) de John Carpenter, donde la inspiración para el diseño de las criaturas es indiscutible.
Del mismo modo que ocurre con una buena novela que te atrapa desde la primera hasta la última página, el juego tiene algo hipnótico que te impide parar, quieres continuar y descubrir qué está ocurriendo en ese sombrío ataúd metálico. Pese a la simple, pero efectiva narrativa, no sólo se centra en los sucesos del presente, sino que nos hace conocer poco a poco la vida de nuestro protagonista y los motivos que lo llevaron a trabajar en la plataforma. Podemos sentir la soledad y claustrofobia que nos invade poco a poco, y una sensación constante de vulnerabilidad al recorrer aquellos oscuros y sombríos pasillos o nadando entre el petróleo y el agua, únicamente armados con una linterna, que iluminará las instalaciones, sin saber con qué podemos cruzarnos a la vuelta de la esquina. Una tensión que nos acompañará todo el viaje hacia un destino incierto y aterrador, donde tendremos que lidiar con la hipotermia, siniestros entes y nuestra propia fortaleza mental.
Aunque su duración es escasa (apenas cinco horas y media), nos recuerda que todavía existen estudios que arriesgan por otro tipo de productos, alejados de interminables horas de juego y mundos abiertos. Nos quieren contar una historia y nosotros nos dejamos arrastrar hasta lo más profundo de ella, sin mayor pretensión que disfrutar a lo largo del recorrido en una atmósfera crepuscular, que nos hará sentir como Batís Caffó en "La piel fría" o Ethan McQuarry en "El faro".
Still Wakes the Deep ha sido para mí un oasis inesperado entre un desierto de agotamiento que siento en ocasiones cuando ojeo el catálogo de videojuegos actual, donde en algún momento de mi vida, perdí la esperanza de encontrar un título con el que sencillamente dejarme llevar, sin complicaciones ni pretensiones. Encontrarme con este juego ha sido una sensación similar al placer de sumergirme en un buen libro.
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