Ghostwatch: el falso documental que provocó histeria colectiva y un suicidio en Halloween
La noche de Halloween es un momento especial. Posee un poder casi magnético en su folclore desde sus inicios paganos en los pueblos celtas hace más de 2.000 años Su nombre original era Samhain y simbolizaba el inicio del invierno y, por consiguiente el fin de la cosecha y la llegada de los días más cortos, sinónimo de oscuridad. En ese momento místico, se creía que el mundo de los muertos y los vivos se conectaban, y podríamos ver deambular a los espíritus que ya habían viajado al "más allá", celebrando el retorno de los buenos y ahuyentando a los malignos con máscaras terroríficas. Mucho ha evolucionado la fiesta desde entonces, pero pese a su transformación a un elemento de marketing, todavía conserva, en cierto modo, su esencia inicial como un festejo popular.
Son varias las historias que se han gestado en torno a esta fecha tan señalada, y la imaginación de grandes comunicadores llevaron a utilizar todo el potencial de la mística atmósfera de esta noche para conseguir, casi siempre de manera inesperada, aterrorizar a miles de personas, que se tomaron en serio lo que estaban escuchando o viendo con sus propios ojos. Al igual que hizo Orson Welles la noche del 30 de octubre de 1938 en víspera de Halloween con "La guerra de los mundos", perteneciente al serial de la propia emisora: "The Mercury Theatre on the Air", donde narraba en directo una invasión extraterrestre. Pese a que esto era pura ficción, y se informó al inicio del programa de ello, miles de personas que sintonizaron más tarde del mensaje de advertencia lo tomaron como un suceso real, generando el pánico en los radioyentes, principalmente en las calles de Nueva York y Nueva Jersey, donde supuestamente estaba ocurriendo el suceso. Aunque este incidente no sería el último.
Ya entrada la década de los 90, los estudios de la cadena británica BBC llevaban días anunciando en su parrilla televisiva de Halloween lo que sería plato fuerte de la noche: "Ghostwatch", un supuesto programa en directo que investigaría los fenómenos paranormales que estaban ocurriendo en una vivienda del suburbio de Northolt, al noroeste de Londres, a la que se referían como: "la casa más embrujada de Gran Bretaña". Allí residían Pamela Early y sus dos hijas, Suzanne y Kim, que aseguraban que estaban siendo acosadas por unas extrañas presencias inexplicables.
Aquel falso documental había sido creado por el conocido escritor Stephen Volk, especializado en el terror. Inicialmente estaba previsto como una miniserie de seis capítulos, pero la productora Ruth Baumgarte, le pidió que lo redujera a una película de 90 minutos.
La estimación de espectadores para el morboso programa era de 11 millones, la mayoría de los cuales ignoraban que era ficción, ya que el propio canal se había encargado de hacerlo tan veraz que diera la sensación de autenticidad; pese a que se había advertido de que no lo era. El hype era tal, que las familias se reunieron en la calidez de sus casas para disfrutarlo. Pero nadie podía imaginar lo que ocurriría poco después.
La película fue rodada como un documental tipo vídeo casero, lo que generaba una mayor sensación de realismo. Cuidaron todos los detalles, incluso llegaron a contratar a prestigiosos presentadores de la cadena, como fue Michael Parkinson, que conducía el programa desde el estudio, mientras que Sarah Greene fue la encargada de realizar el trabajo de campo, adentrándose en la misteriosa casa para documentar la investigación. Todo recordaba en cierto modo al cine "found footage", como ya ocurrió con la controvertida Holocausto caníbal (1980) de Ruggero Deodato o, posteriormente en The Blair Witch Project (1999). El "inocente" engaño había surtido su efecto, y a las 21:25 de la tarde del 31 de octubre de 1992, comenzaba la primera y última emisión de Ghostwatch.
El contenido del "programa" nos mostraba la angustia de la familia ante los fenómenos poltergeist durante las grabaciones que llevaban realizando desde hacía unos meses en toda la casa. Como carta de presentación veíamos a la dos niñas en su habitación durmiendo en la cama, cuando de madrugada, objetos cercanos comienzan a levitar y a ser violentamente lanzados hacia ellas, así como el estallido de una lámpara. Con un despliegue tecnológico como cámaras térmicas, pixelado de rostros de testigos durante sus entrevistas y un fantasma apodado "Pipes", (debido a que se manifestaba golpeando tuberías). A medida que avanza el metraje, crece la tensión, haciendo casi irrespirable la situación, hasta el momento final de absoluto agobio y terror. Incluso se añadió un número de teléfono para que las personas que hubieran tenido alguna experiencia paranormal, lo contase en directo (al llamar sonaba un mensaje indicando que todo era ficción).
Los telespectadores, claramente aterrados, buscaban respuestas. La BBC recibió aquella noche más de 30.000 llamadas a su centralita. Padres furiosos alegaban que los niños, e incluso los propios adultos habían sufrido ataques de pánico. Los periódicos británicos se hicieron eco de la noticia los días siguientes, publicando titulares impactantes sobre personas que necesitaron ayuda psicológica incluso semanas después de la emisión por desarrollar estrés postraumático. La histeria colectiva llegó a puntos insostenibles aquella noche, ya que por aquel entonces, sin acceso a Internet, era mucho más complicado verificar que fuera real o un simple fake. Muchos ingleses no conseguían dormir en los días posteriores y la paranoia de que algunos tenían fantasmas en su casa se convirtió en algo común. Pese a que poco a poco estos síntomas fueron desapareciendo, hubo un hecho luctuoso en esta historia: Martin Denham, de 18 años, un adolescente con problemas psicológicos, se obsesionó hasta tal punto con la película, que comenzó a adoptar comportamientos muy extraños, asegurando que veía entes extraños en su cuarto. Cinco días después de ver Ghostwatch se suicidó dejando la siguiente nota: «Si es verdad que existen fantasmas, entonces estaré con vosotros, siempre aquí como un fantasma».
Este acontecimiento, entre otros, llevó a la BBC a varios juicios, en los cuales se determinó que lo emitido esa noche no tenía la gravedad suficiente como para causar traumas u otros problemas psicológicos. Además, se concluyó que era responsabilidad de los padres controlar lo que sus hijos veían en televisión. No obstante, la cadena pidió perdón por las molestias ocasionadas y aseguró que no se volvería a emitir nunca más, y así fue. No fue hasta el año 2002 cuando se editó por primera vez en DVD, dando acceso a todas las personas que desearan verla y jamás pudieron hasta la fecha, (excepto por algunas grabaciones caseras en VHS de los propios espectadores).
Más de dos décadas después, el propio Parkinson comentó en una entrevista sobre aquella noche: «En ningún momento pensábamos que estábamos creando algo que sería uno de los programas más recordados de la televisión». Quizá, en cierto modo, tenía razón.
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