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Entre el infierno del fitness y los cachitas del gimnasio

Entre el infierno del fitness y los cachitas del gimnasio [GenB]

Hay lugares en los que, por su propia naturaleza, me encuentro cómodo, como podrían ser los bares, en especial los que tienen serrín y cabezas de gambas por el suelo, indicativo claro de calidad para lo que yo llamo cariñosamente "bares de viejos", también en una sala de cine o incluso dando un simple paseo por la ciudad. En cambio, hay otros en los que no lo estoy tanto, como en la sala de espera del dentista, un restaurante con bebés cerca y, en especial, en los gimnasios.

Reconozco que siempre he tenido cierta aversión al deporte, pese a haber practicado algunos de ellos, como baloncesto, balonmano o boxeo, (mi favorito). Pero la vida sedentaria, pese a ser uno de los mayores placeres de la vida, en ocasiones te plantea cuestiones, como por ejemplo, si pudiera mejorar mi calidad de vida al no echar los pulmones por la boca cuando tengo que subir diez putas escaleras. Es por ello que yo también recaí en algún gimnasio, seducido por una sensacional oferta que me ofrecía el acceso a esculpir mi cuerpo como un dios griego, e incluso llegar a subir corriendo los escalones frontales del Museo de Arte de Filadelfia como lo hizo Rocky Balboa. Son muchas veces las que en el cine se nos han mostrado esos lugares de musculación como algo glamouroso, y personajes como Arnold Schwarzenegger, le daban cierto encanto a la posibilidad de ponerte en forma y ser nombrado Mr. Olympia protagonizando Pumping Iron. Pero en la vida real, todo es muy distinto.

El simple hecho de mentalizarte para tener que ir ya es la primera piedra de toque que pondrá a prueba tu fuerza de voluntad, cosa de la que he carecido prácticamente el total de mi vida. Pero llega el día en que te decides, preparas tus cosas en la mochila, compras un candado en el chino para la taquilla y sales de casa decidido a cambiar tu estilo de vida. 

El primer día te paras frente a la puerta, pensando en qué habrá tras de ella. Completamente motivado, te decides a atravesarla, comenzando una experiencia más cercana al horror cósmico de HP Lovecraft que del paraíso que se te prometió cuando firmabas y soltabas la mosca para pagar tu matrícula.

Una vez dentro, lo primero que llama la atención es ese olor. No es un olor como lo que había experimentado antes: es una mezcla entre sudor, testosterona y calor. Sí, en esos lugares el calor huele. Algo a medio camino entre la intrigante fragancia de una tintorería y el Teatro Barceló de Madrid. Ahí es cuando eres consciente de que has entrado en un submundo diferente a todo lo que podías conocer, una distopía donde navegarás en La barca de Dante en un descenso al infierno desde que atraviesas la entrada y recorres las instalaciones.

El primer contacto con la fauna del lugar la encontrarás en tu primera visita al vestuario, lugar de intercambio entre los que acaban de llegar y los que se van. Tú saludarás, pero, por supuesto, no obtendrás respuesta alguna, ya que, debido al nivel de sus cuerpos esculturales, sencillamente, no estás a la altura de merecerte su saludo. Se gustan y eso es notorio. Poses del Circo del Sol frente al espejo, excitándose a sí mismos, contemplando los músculos que han fortalecido durante años. El festival de pollas que desfilan delante o detrás de ti, entre conversaciones sobre sus rutinas y en el mayor tono de voz posible para que todos sepan el "machaque" que llevan, se convierte en parte del folclore único de aquel inquietante lugar. Gel con olores exóticos y cremitas hidratantes, (sólo las que ponen "for men", por supuesto, no vaya a haber dudas), como litros y litros de agua durante largas duchas serán la tónica general. Eso sí, lo de usar la cisterna o limpiar la taza llena de salpicaduras amarillas después de mear, ya para otro día.

Pero intentas ignorarlo y sales de ahí, dispuesto a darlo todo. La zona de cardio, está reservada para las viejas, donde ocuparán todas las cintas de correr que puedan para andar, exactamente igual que lo harían en la calle, pero da igual, tiene mucho más flow hacerlo en el gym. El resto de máquinas suelen ser un poco más tranquilas, ya que están destinadas a la "plebe", es decir, yo. Ahí podrás realizar algunos de los ejercicios que tienes previstos en tu rutina. Todo bien. Pero llegará el momento en el que deberás acudir a un sombrío y tenebroso lugar, la zona donde, si no has sido invitado por el propio dios del fitness, no serás aceptado. Ese emplazamiento es la sala de peso libre.

Olvida todo lo que has conocido hasta ahora o crees conocer, porque hay un lugar donde todo es distinto, la última frontera entre el mundo real y el olimpo de los chachas: la zona de las mancuernas y pesas. Es posiblemente lo más cerca del talego que vas a estar en tu vida, salvo que ya hayas pasado por él. Un ambiente totalmente enrarecido por las personas que ahí entrenan, botella de batido de proteínas o la bebida con más cafeína que exista en mano, camisetas de tirantes, a poder ser, enseñando el pecho lo máximo posible para demostrar, en un baile similar al del apareamiento del pavo real, su estatus en el gimnasio. Según accedes, notas las miradas de los "crossfitteros" clavándose en ti, demostrando que no eres bienvenido. Verás a esos tipos paseándose entre series, seleccionando las pesas que utilizarán dando el mayor número de golpes para hacer el máximo ruido posible y demostrar que están ahí, que no se han ido. Posturas de pterodáctilo con las alas extendidas y auriculares tamaño llanta de camión gobiernan el entorno. Jamás usarán sus toallas para no manchar de sudor los bancos de entrenamiento, porque ellos están por encima del bien y del mal; deben de ser los mismos que no ponen el intermitente cuando se cambian de carril en la carretera. Selfies delante del espejo y gemidos de furia con ojos inyectados en sangre cuando levantan ocho millones de kilos inundarán el ambiente, que nos recordará a la jaula de los mandriles en el zoo. Lo más curioso de todo, es que entre ellos se forman clanes, que mirarán con casi el mismo desprecio que a ti si no formas parte del suyo. Tampoco los verás recoger la mierda que tiran y las mancuernas que utilizan; ya vendrá alguien y las colocará en su sitio, ellos están muy ocupados con su hipertrofia y subnormalidad.

Tienen objetivos bastante extraños, al menos visto desde un simple mortal. Su superación personal no pasa por cultivarse en otras disciplinas, únicamente en levantar más y más peso; cosa que podría entender si eres el puto dinosaurio grúa que manejaba Pedro Picapiedra en la cantera. Estas prácticas suelen ir regadas con frases del estilo: "no luchas contra otras personas, sólo lo haces contra ti mismo", una gilipollez que podría entender en otro contexto, pero, utilizarla al hacer un levantamiento de "peso muerto" delante de miradas curiosas deseando tu fracaso, le veo poca utilidad en la vida, exceptuando que tengas que trasladar el cuerpo al maletero del coche de alguien a quien te acabas de cargar.

Al finalizar estás agotado, destrozado, sin ganas de más. Volverás al vestuario a echar una nueva mirada a la puerta del infierno, pensando que no se corresponde el castigo con la recompensa. Decides recoger tus cosas y salir de ahí cuanto antes, sin mirar atrás. El monitor se despedirá de ti si tienes suerte, ya que será el único caso que recibirás por su parte durante tu estancia. Su atención sólo está disponible para la élite y las chicas que intentarán ligarse junto a los cachitas de la manera más patética posible, que bien recordarán a los neandertales. 

Una experiencia estimulante para todos los sentidos que hacen preguntarte muchas cosas, como por ejemplo: ¿de verdad la gente se hace adicta a esta mierda? ¿Quiénes son esos que dicen necesitar el gimnasio para sobrevivir? ¿Por qué coño me he metido en este lugar? O, sencillamente, un simple ¿por qué? 

Supongo que pensaréis que este artículo está escrito desde el rencor, el odio o el prejuicio hacia los gimnasios convencionales, pero os diré, para todos aquellos que así lo hayan creído leyéndolo, por supuesto que sí. Si todo esto te ha resultado ofensivo, probablemente seas un gymbro.

DaviOne
DaviOne

21 de febrero 2024

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