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Verano del 98: la silenciosa guerra del "Radikal Bikers" en los recreativos

Verano del 98: la silenciosa guerra del Radikal Bikers en los recreativos [GenB]
 
Era verano del año 1998 cuando encontré refugio en los recreativos de mi barrio. Yo era un chico reservado, más dado a los libros, los tebeos y los paseos solitarios que a otras actividades típicas de los jóvenes de mi edad, más dependientes de las habilidades físicas. Las relaciones sociales no eran mi fuerte; siempre me había sentido más cómodo en el mundo de mis pensamientos que en el bullicio de la vida cotidiana. A decir verdad, nunca había tenido habilidad alguna para los videojuegos. Mientras mis conocidos pasaban horas jugando, yo me quedaba relegado a ser un mero espectador, admirando su destreza con cierta envidia. No es que no me gustaran, en absoluto se trataba de eso, simplemente, no eran lo mío.
 
Aquellos recreativos eran un lugar sombrío, pero a su vez excesivamente iluminado, donde el sonido constante de las maquinitas y el brillo intermitente de las pantallas creaban una atmósfera de inquietante aislamiento. En ese microcosmos de píxeles y estruendos electrónicos, hallé un mundo donde refugiarme, absorbido por el rugido de motocicletas virtuales y de las carreras interminables.
 
Allí encontré, mientras merodeaba por la casa de juegos, un mueble en particular que llamó poderosamente mi atención: Radikal Bikers. En este juego, el jugador se convertía en un pizzero motorizado, surcando las calles de una ciudad caótica para entregar pizzas a tiempo, todo mientras esquivaba tráfico, recogía potenciadores y competía contra otros repartidores. El juego exigía reflejos rápidos, precisión milimétrica y una estrategia constante para superar los obstáculos urbanos y a los oponentes. La premisa era sencilla pero adictiva: entrega tu pizza antes que los demás.
 
A pesar de mi falta de habilidades con los videojuegos, Radikal Bikers me atrapó desde el primer momento. Había algo en la simplicidad del objetivo, combinado con la adrenalina de las carreras y el desafío constante, que me hizo sentir que, con suficiente práctica, podría dominarlo. El juego me ofrecía un objetivo claro y la posibilidad de mejorar progresivamente. No se trataba solo de competir contra otros, sino de competir contra mí mismo, mejorando mis marcas y perfeccionando mis habilidades. Me prometí a mí mismo que me convertiría en el mejor, que podría vencer mis limitaciones.
 
Verano del 98: la silenciosa guerra del Radikal Bikers en los recreativos [GenB]
 
Cada día, después de realizar la compra con la elaborada y concienzuda lista que preparaba mi madre, me sumergía en la frenética carrera, buscando no solo la victoria, sino la supremacía absoluta. Mañana tras mañana, tarde tras tarde y, si el toque de queda impuesto por mis progenitores lo permitía, noche tras noche, me esforzaba por alcanzar el récord y con ello la gloria dentro de aquel salón.
 
Un día, después de una victoria particularmente ardua, con los ojos brillando de emoción y la mirada teñida de rojo, grabé en la pantalla las tres letras de rigor de mi alias en el puesto número uno del ranking: ZOP. La sensación de triunfo me embargaba; al fin había alcanzado el Olimpo. Mientras observaba mi alias parpadear en la pantalla, me permití soñar con el reconocimiento. En mi mente, era el rey indiscutible de los recreativos, el campeón de Radikal Bikers. Imaginé que los otros jugadores hablarían de mí, que mi nombre se convertiría en una leyenda en el barrio, había alcanzado la grandeza en un mundo que hasta entonces me había parecido indiferente y frío.
 
Sin embargo, al día siguiente, al regresar ansioso a los recreativos, encontré que mi récord había sido superado por alguien con las letras ZXP. La frustración se mezcló con la curiosidad. ¿Quién era ese misterioso rival que surgía de las sombras para arrebatarme la gloria? Además, se permitía el lujo de imitar la estructura de mi alias, una práctica habitual que solo los más habilidosos del barrio solían intentar con el objetivo de humillar al resto de jugadores.
 
Verano del 98: la silenciosa guerra del Radikal Bikers en los recreativos [GenB]
 
Decidido a recuperar el lugar que me había sido arrebatado, retomé la lucha. Mis dedos volaban sobre los controles, mi mente se agudizaba, y mi alma parecía fusionarse con la máquina. Volvía a romper el récord, grabando nuevamente, una y otra vez, las mismas letras, solo para encontrar, al día siguiente, que ZXP había vuelto a superarme. La competencia se convirtió en una obsesión.
 
Cada vez más intrigado por la identidad de mi rival, decidí investigar. Llegaba más temprano y me quedaba hasta tarde, observando cada movimiento dentro de aquel local. Pregunté discretamente al encargado, pero nadie parecía conocer a ZXP. El corazón se me desbocaba con cada figura oscura que se acercaba al salón recreativo y pasaba de largo.
 
Las noches se volvían largas, llenas de insomnio y pensamientos obsesivos. Empecé a dibujar mentalmente el tipo de persona que sería mi rival: ¿sería alguien tan obsesionado como yo? ¿Un joven talentoso con habilidades innatas para los videojuegos? La idea de una competencia tan personal me hacía vibrar con una mezcla de emoción y desesperación.
 
En otra ocasión, después de horas de espera y vigilancia, ocurrió algo inusual. La solitaria máquina de los pizzeros moteros estaba al fin ocupada, justo cuando estaba a punto de confrontar a mi rival, una pelea estalló entre las máquinas. Dos chicos discutían acaloradamente sobre una máquina, y la confusión distrajo mi atención. Cuando volví a observar mi amado mueble recreativo la figura había desaparecido y la puntuación había sido superada nuevamente. El misterio alimentaba mi obsesión, y mi rendimiento en el juego se veía potenciado y alcanzaba niveles insospechados.
 
Las semanas pasaban y cada intento de desenmascarar a mi rival fracasaba. Empecé a notar un patrón: siempre que me acercaba demasiado, algo o alguien intervenía. Parecía casi como si una fuerza invisible estuviera impidiendo que descubriera la verdad. Una lluviosa noche, después de haberme quedado hasta el cierre del negocio, decidí esconderme en el callejón trasero, esperando sorprender a ZXP cuando llegara temprano. Esperé durante horas, pero aquella mañana nadie apareció. Exhausto, regresé a casa con la sensación de haber sido engañado por mi propia paranoia.
 
Cada intento fallido aumentaba mi determinación. Decidí cambiar mi estrategia. Comencé a llegar en diferentes horarios, intentando pillar a mi rival desprevenido. Una tarde, justo cuando el salón de juegos empezaba a llenarse, vi una sombra moverse rápidamente hacia la máquina de Radikal Bikers. Me lancé tras ella, pero una repentina avalancha de chicos corriendo hacia el nuevo Street Fighter III, que estaban instalando en aquel momento me impidió avanzar. La sombra se desvaneció entre la multitud y, una vez más, ZXP había superado mi récord.
 
Verano del 98: la silenciosa guerra del Radikal Bikers en los recreativos [GenB]
 
La competencia se tornaba más intensa con cada día que pasaba. Un día, mientras jugaba con una intensidad febril, una extraña sensación de déjà vu me embargó. Los movimientos que ejecutaba parecían fuera de mi control, como si otra voluntad guiara mis acciones. Gané la carrera y, tembloroso, grabé mis iniciales. Pero esta vez no puse ZOP; una mano invisible me guió a escribir ZXP. Retrocedí, horrorizado.
 
A partir de ese momento, empecé a cuestionarme cada vez más. Volví al local con una mezcla de temor y determinación. Encendí la máquina y revisé los récords. Ahí estaba, ZXP, con una puntuación inalcanzable. Una espesa niebla de confusión se asentó en mi mente. ¿Era posible que yo mismo fuera mi misterioso rival? Buscando respuestas, me sumergí en los huecos más oscuros de mi mente. Recordé fragmentos de días pasados, imágenes borrosas de mí mismo jugando en un estado casi onírico, con una expresión que no reconocía. Comprendí, entonces, con un terror profundo, que en mi afán por ser el mejor, había dividido mi psique. Una parte de mí, un alter ego nacido de mi ambición y obsesión, había tomado vida propia, compitiendo conmigo en un macabro juego de sombras.
 
Con el verano llegando a su fin, volví a acudir ansioso, cómo cada día, al hogar de mis obsesiones, para encontrar que el hueco ocupado por aquel mueble, ahora convertido en dueño de mi pasado, presente y futuro, simplemente había desaparecido. Las motocicletas virtuales y el rugido de los motores habían sido sustituidos. Descubrí entonces que la verdadera batalla no estaba en la máquina, sino en mi propia mente, donde dos personalidades luchaban por el dominio. Y aunque había vencido al juego, la victoria me había revelado una verdad más oscura y perturbadora que cualquier derrota.

Zopo
Zopo

18 de julio 2024

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