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Las redes sociales mataron a los ídolos

Las Redes Sociales mataron a los ídolos [GenB]

Recuerdo, hace ya muchos años, cuando mi padre me decía: "aprovecha ahora, que los años luego van cayendo y cuando te quieras dar cuenta serás viejo, como yo". Lo cierto es que en aquel momento mi padre no era viejo, pero yo veía ese escenario muy lejano, prácticamente inalcanzable; un lugar donde iba a llegar todo el mundo menos yo. Pero como suele ser habitual, las cosas que nos dicen nuestros padres, acaban siendo ciertas. Al final terminé creciendo, y la llamada de esa distopía que describió muy sabiamente uno de mis creadores aquellos años, parece vislumbrarse a lo lejos del horizonte, cada vez más cerca, como una tiburón que acecha a su presa. 

Entre la niñez y la vejez hay un abismo de años, en los que básicamente tu rutina es sobrevivir sin arruinarte, cosa cada vez más complicada, como si en un videojuego de pronto se cambiase la dificultad de "normal" a "muy difícil" sin haberte consultado. Es un trayecto de no retorno, de aprendizaje y experiencias, para básicamente acabar donde empezaste: con pañales, pocos dientes y, en esta ocasión, la mala hostia que has acumulado con años y años de que te jodan por todas partes. A cambio, obtienes la inmunidad ante todo y ante todos por el simple hecho de ser viejo. También tiene sus ventajas. Pero este arduo camino también implica decepciones.

Todos hemos tenido nuestros iconos, aquellos héroes de la infancia que siempre quisimos ser. Desde Jimmy Page hasta John McClane, una lista inacabable de personas y personajes que nos hacían flipar delante de un radio casette o una pantalla de cine. Mantenían ese extraño aura de invencibilidad, donde moría el individuo y nacía el ídolo.  Incluso esos míticos "escándalos", unas veces reales y otras, asombrosas leyendas urbanas, como la famosa mujer con el tarro de mermelada y el perro, mientras Ricky Martin estaba escondido en su armario para darle la sorpresa de su vida, que no hacían más que acrecentar su fama. Admirábamos a esas personas, y es posible que eso esté tocando a su fin. 

Si bien la única manera que teníamos de conocer sus vidas era a través de programas de televisión, entrevistas radiofónicas o en revistas especializadas, descubríamos unas vidas apasionantes, donde todo era idílico y, en ocasiones, se desnudaban sentimentalmente con anécdotas de su pasado que llegaban a emocionarnos. Pero vamos, que todo formaba parte de un perfecto guion hecho por y para ellos; leías y escuchabas lo que dictaban sus intereses de cada momento. Seamos sinceros, nunca he sido excesivamente fan de nadie, pero siempre había a quien admirar. ¿Sabéis por qué? Porque realmente no sabíamos una mierda de cómo eran aquellas personas en la intimidad.

Hace ya muchos años que Internet se ha instaurado en la sociedad, parece imposible recordar nuestras vidas antes de su llegada. En los primeros tiempos, se limitaban a cosas mundanas, como comunicarnos por chat, leer algunas noticias o escribir en los inicios de los blogs. Realmente no daba para mucho más la velocidad de las primeras conexiones domésticas. El auge de las redes sociales, como la española Tuenti o Facebook, donde compartíamos las ridículas fotos de nuestra adolescencia en botellones, fiestas del barrio o cualquier situación que nos gustaría que jamás hubiera aparecido el típico amigo con la camarita de fotos digital. Estoy seguro de que todos sabéis exactamente a qué me refiero. 

Pero hubo una red social que fue la que inició un proceso de exposición más directa de los famosos y famosas al resto del mundo: Instagram. Esta vez sin filtros de ningún tipo, donde se comunicaban, en la mayoría de los casos, ellos mismos con su legión de fans, y ahí, en ese preciso instante, es cuando comenzó el declive.

En términos de justicia se utiliza: "inocente hasta que se demuestre lo contrario", en términos de redes sería algo así como: "lo aguanto hasta que suba otra estúpido storie". Estas nuevas ventanas indiscretas, nos han abierto un nuevo mundo para descubrir a todas aquellas personas famosas en sus vidas íntimas, donde se muestran todas sus costuras, e incluso, su bajeza moral. La lista podría ser interminable, sin olvidar a personajes ilustres como: Miguel Bosé haciendo campaña contra las vacunas de COVID-19, Pepe Reina apoyando a VOX o Neymar volando en un avión gigante para él solo hasta Arabia, gastando miles de litros de combustible por el capricho. Obviamente, ninguno es santo de mi devoción, pero son sólo una pequeña muestra de lo que ocurre cuando las caretas se caen y se deja ver en realidad lo frágiles intelectualmente que llegan a ser, lo poco que les importan realmente sus seguidores, que no son más que otras formas de lucrarse y los productos de consumo en los que se han convertido, llegando a recordarse más por sus gilipolleces en redes que por sus logros deportivos, musicales, literarios o del área que sea. Es magnífico que lo hagan y lo sigan haciendo.

Pablo Motos decía el otro día en su horripilante programa "El Hormiguero" que sentía vergüenza de ser español por primera vez en su vida, porque no le representa este Gobierno y que ya no existía libertad de expresión, todo esto apoyado por Juan del Val, otro filósofo actual que escribe libros y guiones. No, Pablo, sí existe libertad de expresión, lo que ocurre, es que sólo está disponible para las soplapolleces que dices en tu programa, para tus amigos de Atresmedia y la mayoría de medios que las subrayan. Pero la libertad de expresión también tiene un coste, y es que te expongas a las críticas que puedas recibir, y cuando se salen del elogio, ¡ay, qué mal lo llevas, Pablo! 

Si hay algo de bueno en las RR. SS., es la exposición de muchos famosos, que tomaron hace tantos años la bandera del deleznable buenrrollismo, queriendo contentar a todo el mundo con sus gracietas machistas, homófobas y racistas, y que actualmente se han quedado inevitablemente anticuados, y su nicho de público que piensa como ellos, afortunadamente está desapareciendo gracias a la crítica y la denuncia social. Eso les molesta mucho, porque ven su castillo de naipes derrumbándose sin poder reciclarse, ya que en su momento asomaron la cabeza más de lo que quizá les convenía, mostrándose tal como son, como el final de los capítulos de Scooby-Doo, cuando los villanos son despojados de sus máscaras. El momento político de cambio que sufrió España hace unos caños, inició un proceso de rabia e impotencia que se les fue de las manos y no pudieron ni pueden controlar, por más tweets que tiren y más webs que cierren gracias a su poder mediático. Pablo, mi vergüenza es diferente a la tuya, a mí lo que me da vergüenza, es escucharte a ti.

Algo positivo nos han dejado estas herramientas que son las redes sociales: una puerta abierta a la verdad, pero también el acceso 24 horas a la subnormalidad.


DaviOne
DaviOne

6 de noviembre 2023

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