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El origen y la revolución de las palomitas en el cine

El origen y la revolución de las palomitas en el cine [GenB]

A principios del siglo XX, los cines eran considerados lugares de entretenimiento para la clase pudiente. La gente que asistía a los primeros cines solía ser aquella que tuvo el privilegio de haber tenido acceso a la educación y, por lo tanto, sabía leer. La asistencia a las proyecciones cinematográficas era vista como un signo de distinción y cultura, ya que la mayoría de la población en esa época, principalmente la clase trabajadora, era generalmente analfabeta, y teniendo en cuenta de que por aquel entonces el cine era mudo, con fragmentos escritos para seguir la trama, resultaba imposible que estas personas pudieran entender el desarrollo del filme. Es así que en aquellos comienzos el cine era una actividad de ocio clasista y limitada únicamente a ciertas élites.

El origen y la revolución de las palomitas en el cine [GenB]

Sin embargo, poco después, hubo un cambio histórico fundamental en la relación entre el cine y la clase trabajadora, ya que en el año 1927, se produjo la primera película sonora: "El cantor de jazz" (The Jazz Singer), dirigida por Alan Crosland. La película se rodó utilizando el sistema sonoro Vitaphone, creado en 1926 por Bell Telephone y Western Electric. Esta tecnología revolucionó el mundo del cine, convirtiéndose en un taquillazo absoluto y salvando así el bache económico que atravesaban los estudios Warner Bros en aquel momento. La inclusión de sonido en la película cambió drásticamente la forma en que se experimentaba el cine, y "El cantor de jazz" marcó un hito al atraer a una audiencia mucho más diversa. La música y el diálogo hablado hicieron que el cine fuera accesible a personas que no necesitaban saber leer para disfrutar del cine, generando una visión social totalmente renovada del entretenimiento audiovisual, convirtiéndolo así en un evento popular de masas sedientas de grandes historias.

El origen y la revolución de las palomitas en el cine [GenB]

Después de los grandes años de bonanza económica en EE. UU. y de disfrutar de una década de esplendor conocida como los "happy twenties", ya que el consumo, tanto de teléfonos, coches y productos de lujo en general, aumentó significativamente, ya que se popularizó la compra a plazos y el crédito. Tanto fue así, que llegó un punto en que muchos ciudadanos no podían hacer frente a los pagos de aquellos excesos, lo cual tuvo un efecto que repercutió poco a poco en la economía del país, hasta que llegó crac del 29, derivando en la Gran Depresión. La economía estaba en ruinas, y la mayoría de la gente luchaba por llegar a fin de mes. Teniendo en cuenta la deuda en la que se había sumido el país, las clases obreras, que poca culpa tenían de lo que había ocurrido, comenzaron a valorar las opciones del consumo de snacks que se pudieran permitir en los pocos ratos de ocio que disponían. Es así, que el maíz se convirtió en uno de los pocos productos asequibles para la población en general. A medida que la crisis económica persistía, los vendedores ambulantes comenzaron a ofrecer palomitas de maíz en las calles a precios bajos. La gente, que tenía hambre debido a la falta de recursos, empezó a comprar palomitas de maíz como una opción económica y sabrosa.

Por otra parte, el cambio hacia la inclusión del sonido en las películas, no solo popularizó el cine, sino que también cambió la forma en que las personas experimentaban las películas, ya que eran mucho más rentables y, por extensión, mejoró la calidad y la duración, incluso a menudo incluían intermedios. Debido a esto, los espectadores, que no estaban acostumbrados a pasar tanto tiempo sentados en la sala, les entraba hambre durante el transcurso del filme, y las palomitas de maíz se convirtieron en el acompañamiento perfecto para una tarde en el cine. De esta forma, se extendió la costumbre de comprar sus bolsas de maíz tostado en los puestos callejeros y llevándolas a las salas de cine, donde podían disfrutar de un bocado económico y satisfactorio durante la proyección. Las quejas de los propietarios de aquellas salas no tardaron en llegar, ya que manchaban las butacas y suelo de migas que luego tenían que limpiar al finalizar cada pase. Pero no les duró demasiado el cabreo, ya que poco después, surgió la idea de la cabeza de una mujer llamada Julia Braden, que cambió la forma de ver cine hasta el día de hoy.

El origen y la revolución de las palomitas en el cine [GenB]

Viajamos a Kansas City, en el estado de Misuri, donde Julia tuvo una idea brillante, así que decidió llevarla a la práctica. Acudió al Linwood Theatre, donde tras una intensa negociación, llegó a un pacto con los dueños del cine: montar un puesto de palomitas en el hall interior, donde poder venderlas cuando acudiera el hambriento público. En un principio no les hizo nada de gracia a los gerentes del lugar, pero cuando ella les comentó que les daría una comisión por la venta de aquellos cucuruchos, la cosa cambió, y comenzaron a ver la idea con otros ojos, concretamente con el símbolo del dólar en ellos. 

El origen y la revolución de las palomitas en el cine

El éxito fue total, y el negocio fue creciendo, hasta el punto que en el año 1931, Julia ya tenía cuatro puestos en otros cines del país. Dado el bajo coste de la materia prima y un producto recién hecho con un sabor exquisito, los beneficios empezaban a ser altísimos, por ese motivo, y viendo el resto de propietarios el éxito, decidieron montar ellos mismos sus propios stands de palomitas y así beneficiarse de la idea, que no solo creó una costumbre cultural a lo largo del mundo, sino que potenció en un 85% del beneficio de las salas de cine.

A día de hoy se mantiene esta tradición, con casi el mismo éxito que hace un siglo atrás. Así que cada vez que acudas a ver una película a tu cine favorito, recuerda que si te compras tu cubo de palomitas, es gracias a Julia Braden y posteriormente, a la jeta de los gerentes de las salas.


DaviOne
DaviOne

2 de noviembre 2023

1 comentario:

  1. Muy interesante artículo. Muchas gracias por compartir.

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