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Desconexión digital: "nos hemos vuelto gilipollas"

Desconexión digital: "nos hemos vuelto gilipollas" GenB

¿Qué nos ocurre en el futuro? ¿Nos volvemos gilipollas o algo parecido?

En el año 1985, Marty McFly reprodujo estas palabras al final de Regreso al futuro. Quién iba a decir, casi cuarenta años después, que sería una de las profecías más acertadas que nos regaló la película de Robert Zemeckis.

Son muchas veces las que el cine y la literatura nos han narrado historias sobre el fin del mundo, algunos con desastres naturales, principalmente por culpa de la mano humana, motivos religiosos, guerras o dictaduras absolutistas que marcarían las aspiraciones de los líderes y una serie de acciones que acabarían con el planeta a medio o largo plazo. Desde el cine de ciencia ficción de la década de 1950 en adelante, hasta la literatura de George Orwell, pasando por Aldous Huxley, Philip K. Dick o Robert A. Heinlein, entre otros muchos, nos mostraron la caída de civilizaciones a causa de invasiones alienígenas encubiertas, desastres nucleares o autocracias distópicas. Muchas coincidían en muchos puntos, pero pocos se adentraron en que quizá el fin de los tiempos lo determinarían no estos elementos, sino el propio desarrollo de la tecnología, como lo hizo Isaac Asimov de manera tan brillante y visionaria.

Si en 1984 James Cameron ya avisó con el auge de Skynet en Terminator y la rebelión de las máquinas, hoy en día podríamos ser testigos de lo que está suponiendo la involución, —si me permitís el término—, del ser humano.

Internet era la puerta a la libertad, la comunicación total entre personas desde cualquier punto del planeta, el acceso a la información instantánea durante las 24 horas, los 365 días del año. Una puerta abierta a todo tipo de contenidos y un sinfín de aplicaciones para el uso y disfrute de cualquiera. Pero como casi siempre, hay un camino sombrío dentro de esta maravillosa utopía, lugares tenebrosos y oscuros recovecos que albergan contenidos que muestran las cloacas más horribles del ser humano. No me pararé a mencionarlos, ya que todos sabéis de qué hablo y no es el cometido de estas palabras.

No puedo evitar, cuando salgo a la calle, fijarme en el entorno que me rodea y cómo ha cambiado el mundo desde hace poco más de una década. Veo con asombro a personas que han cedido sus vidas casi por completo a las máquinas aparentemente inocuas que son los teléfonos móviles. Herramientas necesarias, o mejor dicho, muy útiles, tanto para nuestras vidas como para la comunicación. Pero existe una línea que creo hemos rebasado hace unos años, la barrera entre lo coherente y lo sano y lo que podríamos considerar una pandemia a nivel mundial, que es la obsesión y la necesidad de su uso, tanto consciente como inconscientemente de manera incesante.

El auge de las Redes Sociales es un problema añadido, ya que no hay un control real sobre quién hace uso de ellas, y es un mundo en el que muchas personas no están, ni deberían estar preparadas psicológicamente para acceder. El lugar donde la aceptación se recompensa en forma de "likes" o "me gusta", y el rechazo se manifiesta con comentarios miserables de ataque directo hacia el físico, condición sexual, social, religiosa o racial. No se corresponde la "recompensa" con el castigo a que se someten voluntariamente las personas usuarias de ellas. Como decía del control de acceso, no hay establecido un sistema de detección de edad, y puedes registrarte sin mostrar alguna prueba de ello, simplemente aceptando unas cláusulas que nadie lee y que afirma que eres adulto.

Observo a niños y niñas por las calles, pegados a las pantallas de sus smartphones, haciéndose vídeos, imitando a los modelos que han visto previamente en Instagram, TikTok o YouTube. Gente en los gimnasios grabándose en la cinta de correr poniendo "morritos" y parándose en un paso de cebra para sacarse una instantánea. Siendo cómplices de la creación de un mundo irreal, completamente ficticio, que muestra cómo son de felices, (aunque luego sea todo lo contrario), lo bien que se vive sin hacer otra cosa que ser Influencer y el repugnante culto al cuerpo por encima de la mente que está presente cada vez más en la sociedad. Toda esta información la reciben sus seguidores, que tienen una vida tan sencilla como la tuya o la mía, y que piensan que todo lo que no sea alcanzar a esas personas es un fracaso, generando, en especial entre la población más joven, una barrera, casi siempre inalcanzable para ellos, que acaba en una frustración enorme cuando ven que ni sus likes ni seguidores se acercan a esa gente, derivando en problemas mentales como: depresión, anorexia, falta de autoestima y un largo etcétera, que en el peor de los casos, acaba en suicidio. No olvidemos que también les estamos regalando nuestras vidas, con las que mercadean y antes que tu fotografía haciendo el idiota o mostrando la mano de tu familiar muerto, poniendo un "adiós, gracias por todo", (que las he visto), hay un banner publicitario con el que se están forrando a tu costa. No eres un triunfador, eres un producto vendible.

También cabe mencionar que la dependencia al móvil es tal, que no somos capaces de aguantar un tiempo sin mirar si hay alguna novedad en nuestras pantallas. El acceso a toda la información es tal, que hemos olvidado recordar. No necesitamos acordarnos de un camino en carretera, porque está Google Maps, no es necesario saber quién pintó Las Meninas o quién fue el presidente de Francia hace diez años; para qué, si está todo en Internet. Nos hemos vuelto vagos mentalmente.

Por otra parte, nos hemos perdido el disfrute de la desconexión tecnológica. Cuando era joven, usaba MSN Messenger, como muchos de vosotros. Me conectaba, hablaba y cuando terminaba, sencillamente me desconectaba, adiós. Nadie tenía que saber dónde estaba ni interrumpir lo ratos en los que disfrutaba de mí mismo. Es algo que se ha perdido por completo. Por no hablar de la localización constante cuando, en ciertos trabajos, tus jefes se creen con el derecho de llamarte o escribirte durante tu tiempo libre, algo que cada vez está más extendido y ni siquiera está contemplado en la nómina a fin de mes. Sí, íbamos a ser más libres con Internet.

Pero si hay un momento en el que soy consciente de todo esto, es cuando acudo al cine, cuando apago por completo mi teléfono y disfruto de la película, pero siempre hay alguien delante de mí o al lado, mirando la pantalla, molestando a los allí presentes con sus conversaciones de WhatsApp, contestando e-mails, o incluso, gente viendo Instagram y vídeos durante el transcurso de la película. Es más, personas haciendo vídeos de la pantalla de la película y compartiéndola en RR. SS. mientras está en emisión. Es una cosa que me cabrea a tantos niveles, que de verdad ya he perdido toda esperanza en que esto acabe, sabiendo que irá a peor, y que el fin de la humanidad, antes que la bomba nuclear o un meteorito, probablemente sea por la autodestrucción mental que nos estamos haciendo a cada segundo.


DaviOne
DaviOne

17 de octubre 2023

5 comentarios:

  1. «La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros».

    Eso lo dijo Sócrates. Es exactamente igual a su sentencia:

    «No puedo evitar, cuando salgo a la calle, fijarme en el entorno que me rodea y cómo ha cambiado el mundo desde hace poco más de una década. Veo con asombro a personas que han cedido sus vidas casi por completo a las máquinas aparentemente inocuas que son los teléfonos móviles».

    No se preocupe, no es que el mundo sea hoy un lugar peor: es que se ha hecho usted viejo. Si le sirve de consuelo, la alternativa, probablemente, hubiese sido peor. Un saludo.

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  2. Os podéis ir a tomar por culo, tú y los giliollas que ahora llorais con todo esto cuando hace más de 12 años que en blogs como los de Enrique Dans ya se os alertaba de lo que acabaría sucediendo. Pero vamos, a tomar por culísimo que os podéis ir.

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    1. Y todos los mierdas de Menéame que por aquí pasarán, que hace menos de 12 años defendían toda la basura que estaba venir para poder defender su discurso pro-pirateria, también os podéis ir a tomar por culo. Y espero que too el peso del karma haya caído sobre vuestras cabezas, pedazo de gilipollas.

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    2. Enrique Dans? Ése es vuestro ejemplo de profeta? Ya os digo yo quién se puede ir a tomar por culo.

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  3. El meneante medio, un ser moral superior pero que no puede ni pagarse el alquiler. Menos horas en internet y más trabajar!!

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